lunes, 19 de octubre de 2009

¡QUÉ MALA ES LA ENVIDIA!

ANTROPOLOGÍA

¡QUÉ MALA ES LA ENVIDIA!

Pablo Pereda González (Dr.). Medico y Cirujano. Especialista en Biología y Medicina del Deporte (Univ. Burdeos) Medicina Ortopédica y Rehabilitación. Especialista en Medicina de la Ecuación Física y Deporte (Univ. Barcelona) Prestigioso Investigador y Escritor de Innumerables y Exitosos libros. Meijin. Director Clínica de Alto Rendimiento. Nº colegiado 1515. correo@clinicapereda.es Tel. 941 234 455. “Distinguido con el Galardón Nacional Inter Gym’s Oro al Merito Deportivo, años: 99 / 00 y 03”

De todos los pecados capitales, que decía San Agustín, hay algunos que al menos suponen una gratificación para quien los comete. El lujurioso/a se lo pasa de miedo con los placeres carnales; de la gula qué vamos a decir sino que supone un inmenso placer para quien degluta plato tras plato. El avaricioso disfruta con su usura. El perezoso no la hinca y de algún modo disfruta de ser holgazán. Los soberbios y los airados también, aunque se cabrean, gozan de su triunfo que para eso se mosquean. Pero es que hay uno... ¡La envidia!, que por muchas vueltas que le doy, no le encuentro justificación de ningún modo.

La envidia

- La envidia supone un sentimiento doloroso en quien la padece, que le provoca malestar, insatisfacción profunda y sufrimiento continuo. ¡No sé qué beneficio puede obtener el envidioso! Lo cierto es que aún sabiendo que no acarrea satisfacción de ningún tipo, se contagia como la peor de las gripes.

- El envidioso sufre profundamente con el triunfo de otros, al menos con su felicidad, y sacrifica su propia armonía con tal de intentar compensarse de esa situación tan absurda que no le reporta gratificación alguna. La compensación pasa por intentar destruir los logros de otros mediante tres armas que suelen utilizar muy bien: la difamación, la calumnia y el anonimato.

- El envidioso presenta dos caras: una agradable pero fingida hacia el sujeto objeto, porque delante de él no se atreve a decir nada; eso sí... ¡Lo despelleja en cuanto se da la vuelta! (la otra cara)

- El envidioso es capaz de sentirla incluso hacia personas que desconoce por entero; en este caso se tiene envidia de un actor, de un político, de un escritor, de un pintor, de un médico, de un budoka.... Y así una lista interminable.

- El envidioso se caracteriza por ser un ignorante profundo, especialmente sobre todo aquello que intenta destruir, pero le da lo mismo porque se oculta.

- El envidioso, lo primero que tiene que hacer es conocer las cosas, claro que esto no le conviene porque con las fabulaciones se encuentra más a gusto.

- Un envidioso jamás se enfrenta a cara descubierta con quien difama, a no ser, que medie una copa de más y entonces se dice lo que se piensa sin censura.

- El envidioso es en realidad una mente enferma; tan enferma que proyecta su fracaso existencial hacia otros que han alcanzado el triunfo, por ello dice y hace cosas que no se pueden explicar desde otro modo:

¡Qué fácil es decir que las metas que alcanzan los demás se han conseguido –por ejemplo-, con el tráfico de drogas! ¡Sí!... Por desgracia, a los ojos del envidioso, todo aquél que prospera es porque se dedica a una cosa de estas. ¡Ah! Y por ser “gay”, aunque no encuentro la relación, pero de los hombres suelen decir que “abra puesto el culo” y de las mujeres, pues... Ya sabéis –amigos lectores- lo que dicen que ponen. ¿Quién de ustedes no ha escuchado esto alguna vez?

Desde luego que algunos piensan que lo mejor es no despuntar porque así no son “carne de cañón” para estos individuos. ¡Hasta ahí vamos a llegar!

Bien pensado, nadie va a cerrar su gimnasio, su restaurante, su revista, su consulta, en definitiva su negocio, para no ser pasto de los envidiosos ¡Anda ya!

A tanto ha llegado la moda de la envidia por la extensión que alcanza y la manera en que se propaga, que uno de los termómetros de la fama y reconocimiento social del individuo es la aparición de las maledicencias lanzadas por los envidiosos.

Como decía Jesulín el torero: “lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien”.

- La envidia es algo tan absurdo que no entiendo cómo se cultiva. El problema del envidioso no es otro que atentar contra toda la felicidad que puede percibir a su alrededor y...¡Claro!, eso no se acaba porque su frustración es continua.

¿Cómo es posible odiar a alguien sin conocerlo?... ¿Cómo es posible hablar de cosas que se desconocen totalmente?... ¿Cómo es posible levantar falsos testimonios sobre alguien con el que tan siquiera se ha cruzado una palabra?... Pues así actúan y ¡se quedan tan anchos! Es obvio que a todos estos personajes lo mejor es no hacerles ni caso.

En la presentación de mi último libro, uno de los asistente me preguntó intrigado... ¿De dónde saca Ud. el tiempo?...

Mi respuesta fue clara: “no pierdo el tiempo en criticar a otros, sino que lo aprovecho en hacerlo mejor para que la sociedad pueda reconocérmelo”.

Después de casi treinta años es cuando poseo el reconocimiento social de mi trabajo y paralelamente, he visto crecer el número de envidiosos como setas. Seguro que muchos de ustedes al leer estas reflexiones, se sentirán identificados cada uno en la actividad que desarrolla.

Tengo una amigo urólogo que me contaba el gran número de impotencias sexuales que existían en la actualidad; hablamos del stress y esas cosas, pero él me respondió: “sí, pero además, la envidia”.

En resumidas cuentas, que yo no le encuentro morbo a eso de tener envidia, que uno puede quedarse impotente por muchas cosas pero... ¡Hombre!, por envidioso...

- El envidioso se destruye intentando hacer daño y desde luego, se hace daño a sí mismo; la lógica es que, en su afán de destrucción, no tiene fin, y por ello, sufre mucho... ¡Muchísimo! Vamos que no le encuentro morbo yo a eso.

“Si yo fuera Dios” -como reza uno de los poemas del recientemente fallecido Ángel González-, pues...

“... Perdonaría a los lujuriosos, a los soberbios, a los que caen en la gula... ¡En fin!, que al menos lo pasan bien y no se meten con nadie, pero desde luego, a quien no perdonaría jamás es a un envidioso. ¿Por qué? -se preguntaran Uds.-... En primer lugar por “gilipollas”... Y perder el tiempo en ‘joderse’ vivos, y después, porque tendrían envidia del mismísimo ‘Creador’ y se volverían contra él... ¡No sé, no sé!... Me da a mí que vivimos en medio de demasiados diablos”

Y como he citado a Ángel González, voy a acabar el artículo con algo opuesto a la envidia que es el AMOR.

  • Eso Era Amor

- Le comenté: Me entusiasman tus ojos.

- Y ella dijo: ¿Te gustan solos o con rimel?

- ¡Grandes! Respondí sin dudar.

- Y también sin dudar... ¡Me los dejó en un plato y se fue a tientas!

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